D. D. Puche
Topología del mundo. Naturaleza, antroposistemas y racionalidad es un estudio sistemático del concepto de “mundo”,
fundamental para la filosofía incluso cuando ésta ‒por estar más
centrada en la naturaleza, en Dios, en el sujeto o en el lenguaje‒ históricamente
no lo ha reconocido así. Como tal
concepto vertebrador, obviamente no hace referencia a “la Tierra” o al “universo”,
sino al ámbito de lo que tiene sentido para el ser humano; de lo que sostiene
y delimita sus (pre)ocupaciones y la finalidad de sus actos, así como sus
expectativas en esta o en otra hipotética vida. En resumen, todo aquello en que
consiste su existencia: lo que es y puede llegar a ser, lo que quiere y/o
debe ser. Todo eso “hace mundo”. Y no se trata de una simple elucubración
intelectual, pues tener un concepto preciso y claro del mundo, entendido como tal
articulación coherente del sentido ‒el equilibrio
coyuntural entre lo que hacemos y lo que pensamos y sentimos con
relación a lo que hacemos‒, es crucial en
tiempos de “desarraigo” como éstos, o sea, de “pérdida de mundo”, de
“interrupción del sentido”, lo cual acarrea graves efectos psicosociales: tanto
manifestaciones de abulia colectiva o de nihilismo (atrofia del sentido)
como de fanatismo religioso o político (hipertrofia del sentido), que sufrimos
ya en gran medida y amenazan con la repetición de algunos de los pasajes más
oscuros de la historia.
El concepto de “mundo”, sin embargo, se confunde con
otros, como la “realidad”, el “ser”, la propia “existencia”, etc., lo que ha dado
lugar a numerosos malentendidos filosóficos que es preciso clarificar. En
primer lugar, porque no se refiere (solamente) a algo físico, como cualquier
concepto tomado de las ciencias naturales, sino que recoge este ámbito y va más
allá de él, y por ello mismo es un concepto “meta-físico”, como lo es la
auténtica vocación filosófica. Es decir, que no remite a la verdad
(conocimiento), sino al sentido (reflexión); en otras palabras, que no pertenece
al dominio de la ciencia, sino al de la sabiduría, el “saber
vivir” con el que la filosofía siempre se ha identificado. El concepto de mundo
en cuanto tal no es por tanto uno meramente teórico, sino más bien
teórico-práctico (como todos los filosóficos), con un componente valorativo y fuertes
implicaciones individuales y colectivas, esto es, éticas y políticas. Por otro
lado, tampoco debe confundirse el “mundo” con la “cultura”, convirtiéndolo así en
una noción propia de las ciencias sociales o humanas; pues engloba el terreno
de la cultura ‒ésta es una parte del mundo entre otras‒ y trasciende a todas ellas en su universalidad,
como noción metafísica que es (relativa a la existencia humana en sí, con
independencia de cualquier manifestación particular). Desde luego, el mundo
no es algo simple, sino muy complejo y estratificado en un orden de
dependencias materiales y flujos informacionales altamente jerarquizados, lo
cual no excluye el papel esencial de ciertos factores ideales en su estructura
y funcionamiento.
Esta estratificación y la relación asimétrica entre
elementos interdependientes es lo que lleva a plantear el método topológico
como el adecuado para el análisis del mundo. La “topología” filosófica, cuyas
bases teóricas se exponen aquí, se divide en una ecosofía o estudio de
los antroposistemas (las culturas particulares, entendidas como estructuras objetivas
de operaciones materiales, organizativas y simbólicas), una arqueosofía
o estudio de la naturaleza humana (no desde el punto de vista biológico, sino como
la naturaleza vivida subjetivamente a través de lo “simbólico profundo” en que perviven,
en el modo de vida actual, atavismos de antroposistemas anteriores y, en última
instancia, donde sedimenta la experiencia filogenética de la especie), y una ideosofía
o estudio de lo ideal (la racionalidad pura que es el dominio específico de la
filosofía y en la que podemos hallar fines de nuestra existencia no extraídos
de las condiciones de supervivencia y bienestar o de las relaciones de poder
establecidas).
Un recorrido que, en definitiva, es la exploración teórica
necesaria como guía para la “reconstrucción del mundo” ‒la producción de nuevo sentido‒, o lo que es igual, para rearticular los ámbitos
material, simbólico e ideal que hoy, en tan gran medida, se encuentran
fracturados y crecientemente inconexos.
D. D. Puche es el nombre conjunto
bajo el que firman los hermanos David
Puche Díaz (Madrid, 1979) y Daniel
Puche Díaz (Madrid, 1983). David es doctor en Filosofía por la UCM y
ejerce como profesor de dicha materia en la Escuela de Arte y Superior de
Diseño de Mérida (EASDM); Daniel es licenciado en Filosofía y en Teoría de la
Literatura por la misma universidad, y trabaja en el sector literario y
editorial. Juntos han escrito varias obras de ensayo y ficción, publicadas por Grimald Libros; entre las
primeras destacan Cristianismo sin Dios (2017), De la política a la
metafísica (2019) y Vivir en el desarraigo (2020).
Topología del mundo
D. D. Puche
603 páginas
Tapa blanda
Grimald Libros, 2025
603 páginas
Tapa blanda
Grimald Libros, 2025
Publicado el 12/10/2025
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